El poeta desea creer




Locura, andrajo de vida
Crónica anciana
He deseado escribir algo realmente importante:
Siempre tropiezo con el muro
El diablo que vigila
Los ojos que se cansan
Entonces suelto las armas
Muerdo alfileres
Y me ato a la ceniza del fantasma…

Niebla, obtusa hembra
Mísera pordiosera
Plumas de cisne
Acuñas el nombre de la rutina
Hasta ahogarnos y elevarnos
Al infierno de los labios…

Eternamente hablaste del suicidio
La mafia y la carroña
Y eras más finita que el hambre:
Costras del Dios que fingió ser pantomimo…

Amén del verbo, palabras caían cual torrente sobre el vientre:
“Tu no eres quien compra la muerte ni resucita la palabra”
El mal del cuerdo y su agonía
Reptaron –como el caos- sobre la piel podrida del instinto
Nadie ha de atestiguar la fuga de los reos –asentiste-
Mientras la mano que crea, escribía un poema ateo…

Los hombres amanecen híbridos y taciturnos
Pensando que la letra es esclava del arte
Lágrimas explotan en cavidades escuetas
Atónita la perorata reza un “Padrenuestro”

El poeta desea creer, y en su afán de hacer un mundo: santifica

Hay en la música de la rutina
Ocaso
Templo
Valija llena de ira y podredumbre

Sólo al destino incumbe pillar el sueño

Mimbre salado apuntando
Extremidad daltónica
Dagas que hunden y mutilan la conciencia;
Vive la paz de nuestras pesadillas en sacos rotos
Tumbas de labios besando la tristeza…

La locura es droga existencial para el poeta
Y la sonrisa salvación para el hipócrita…

Vísceras se expanden en la calle
La ley es martillo y la moral cuña que golpean las ingles;
Tulipanes llueven mojando cielo y estómago
Ella es responsable de la tragedia
No hay dedo que apunte al silencio sin desnudar la trampa…

Siempre habrá un perro que nos ladre, como a un poema, como a un fantasma…

Locura es mientras tanto un día al azar
Muñeca de trapo
La tristeza de Dios que cree en lo que creemos
Cuando ya no hay una mano que se tienda para escribirle acaso:
Una puta
Una palabra
Una memoria viperina...

Fernando Labastida -Fénix- 10 de Octubre 2005