Fenix Izvezku ( Recuerdo de 2002)


FENIX-IZVEZKU
I

Cuando algo en todo lo siempre, nada me moriría mejor que una sed de barcazas, ahumado, amorfinado en la calandria, pudiéndome no estar sentado en la estratosfera de Sartre y decir: a penas no puedo comunicarte tu muerte... ¡Muere, Muere!
Pacheco y Abreu, pachecos conmigo, vinieron de Normandia a recolectar los restos de ambos. Por alguna razón abrí tu puerta.
En Cuba me dedican la canción del elegido, a ritmo cadencioso mueve el trasero Lezama Lima, todo puto como sabe desde mil novecientos y tantos….
La romana alegría del imperio austro-húngaro de la lectura en el aula, el siglo de las luces, tu boca, nada más que un algoritmo tabulado sobre la hoja de calculo de matemáticas aplicadas.
Llegando a la ciudad de los Ángeles, cuando abrocho tu cintura, me recuerdo que patriarcas como Zeus manipulan los destinos, caminos que se agrandan cuando saben de lo propio y su rigor…tus ojos…la estatua de viento que renombra lo renombrado..Llego hasta tu ventana. Miro a la calle.
Y tú nuevamente, te repites en mis materias de Teología, Ontología, Filosofía Política, Enseñanza de la Filosofía, Problemas de Filosofía México-Latinoamérica, Filosofía del Lenguaje, Metafísica, problema de no saber que la ignorancia me persigue a cada lleno hueco del no espacio vacío. Recorro tu cuarto.
Y de punto numero impar 2, pasamos a punto numero par 1, bautizados por San Agustín, en la capilla del museo de la Comisión Federal de Electricidad, ubicado en la galaxia lunes, coordenadas 16-09-02, ¡lo dijiste, lo dijiste!, IZVEZKU-FENIX, FENIX-IZVEZKU….un testigo…¡Albert Einstein!
Además, Gibran Jalón Ginebra elabora la segunda parte de El Orate, tú y yo protagonistas.
Recorro el trecho entre tu cama y la ventana. Tomo asiento. Parece que me odias, no lo dices, y administras tus sollozos cual corriente Ricardina…Fayol, Taylor, Reyes Ponce, tus aliados, los ausentes que reflejan larga herencia de lo habido, no de lo parido.
Smith no cabe en esta foto, no siempre se eterniza una doctrina, caben más papas en el costal cuando se deja de lado la universalidad, cualidad bifocal de idea, rechazo a la tendencia de macular la fuerza del trabajo por cuestiones de relativa producción, cuando la mente dice y marca la violencia desde aquellos tiempos cuando se aprendía a navegar.
Lujos fenicios entre el Tigris y el Eufrates, el Nilo Egipcio de la primera luz, libros muertos, Necronomicones profetas visualizando el fin de los tiempos, ya no hay paz en Nefertitis, Osiris aborta de espalda a su sueño un trébol, tu ríes más a tu muerte, blanca la Era geológica que amasa tu vida…Me recuesto en tu lecho. Cierro los ojos y el Nilo, sigue su curso más puro que turbio con barcas hinchadas atadas al muelle…Ahí desembarcas.
¡Ludwing, mi añorado Ludwing! Esas hachas que despojan a los cerdos sus cabezas reclaman a mis manos almas, y yo abro el vientre de las putas desde el centro del universo, corro en sueño a la Ciudad de Dios, pido a Epicúreo que termine de nacer en la mente de Sade, y me escupe restos de Madelain sobre la espalda, brazos, tetas, piernas, ojos, nalgas….

II

Juego a no saber tu nombre, tiendo más hacia el fondo mi figura, tu cama es mi hogar ahora, ¡Ven a dormir, ven pronto, deja de llorar la pena de tu cuerpo! que no hay mejor suicidio que el saberse poseído, muerto más que muerto, ultrajado.
Batista es el amo de tus virtudes, de tus instintos, el manda a la guerra ejércitos de sangre, galopando hasta los nervios y no le rindes culto, ¡Maldita la hora en que triunfaron los barbudos, las neuronas de tus días que ya me pertenecen!
Suele ser que no amanezca, que no alumbre el planeta sus raíces, que hay quienes mueren de hambre, otros tantos de amor y placeres. Nosotros la parte la deshacemos. Te tiendes al lado izquierdo de tu cama. Te apoya mi brazo. Nunca vuelves a dejar cerrado el sueño. Me haz dado el poder de velar tu infancia.
Sitios encontrados de melancolía precoz, abrumado el ágora del pecho de sonrisas dispuestas a tropezar su paso, transformar el sentido, verterla en moldes de lagrimas al espacio, donde ella ocupa un lugar, un nombre que repite eco a eco sobre mi tumba las letras que le deforman, ayuno del vientre piadoso de la respiración, verso que añora una patria, dolor que anida el ayer de bruces al nunca, estadía distante, y proclama la verdad su fundamento, no todos crecen, algunos ni siquiera nacen, otros tantos sepultan, otros son sepultados. Retumba el paso de tu padre por la escalera, y te aferras más a mí. No soy todo, bien lo sabes, pero algo pretendo decir, hago lo que pueden permitirme tus labios, hogueras construyo, todas alrededor de tu cama. Sólo se que te amo.
Sigue buscando Spinoza la Ética más revolucionada, por mi que se muera. Rimbaud es la misma mierda, se revuelca, se bate, se desploma en mis ojos antes de orinar.
Son casi las horas de no llegar a ningún sitio, hojeo la cúpula de un libro viejo y usado, saltan a mí los lagartos del Amazonas, el Nathional Geographic de las bestias eclesiásticas derruye la esperanza por la fe, Papa Pío masacra el trono en Vaticanos descompuestos. La saliva de tu vientre exhuma mis restos, fósiles de caracoles incrustados en tus senos me revelan el momento de violar tu espacio, intransigente manía la de ambos de usurpar. No lejos de casa, en las cantinas, los ebrios chocan los tarros de cerveza, brindan a salud de la memoria, del olvido.
Podría jurar que el Lago de los Cisnes de nuestro Chapultepec mágico, se pudre de belleza entre basura, indiferencia y beatitud, y son de aquellas las esferas llamadas gente, ciudadanos, que desprende la ególatra función su riqueza muerta. Rigoberta Menchú recolecta hoja a hoja el ladrido, de otoño a otoño, de invierno a invierno, de sol a sol su miseria, el ángel de cada padre atropellado en la rutina. Te tomo a bien para el ocaso, cobijo tu rostro con sabanas negras. Esmero arcaico el de los viejos por entrar al paraíso.
¿Cuáles son los límites de la libertad? Y te metes, te zambulles en un mar de rosas agrias hasta llegar a mis ojos. Ahí decides radicar. Es hermoso el péndulo entre las pupilas que fermentas. Vas y vienes, pero siempre te quedas.
La Praga del 68, en los años mozos de un tal M.K atrofian mi cerebro, ¿Qué es revolución?, A veces creo firmemente en un significado, otros como hoy, revolución eres tu, echada sobre la cama de la poesía que no es poesía, de la palabra que no es palabra, es más que un sueño que no comienza porque jamás termina, no termina, no termina.
Vuelta a los orígenes, no de Oparín, no de Darwin, de Quetzalcoatl, encarnamos la historia de la princesa azteca que gana todo en su sacrificio. Te mutas en ave emplumada que viaja al acecho de su presa. No rinde tu vuelo altura por suelo. Yo, tu sufrido verdugo, recojo el último beso de tus labios, la carne me hierve hasta el colmo de la locura. Eres lo soñado, en verdad que lo eres.
III

Parece la hora de cerrar los ojos. No muerte. No sueño, sólo cerrar los ojos hacia dentro de si que somos ambos, los amos del destino, mismo parido a los pies de un futuro de Paramos Pedro, de Pedros Páramo, sin pueblo embrujado, sin ausencia de todo lo uno que nadie nos ha regalado.
Queremos hacer lo inasible, lo utópico, botar las manos al diablo, ¿llorar, reír? ¿Qué importa?, si el juego amarrado a la cola del infierno arrastra el carruaje que transporta la fealdad que nos destruye el alma. Vuelvo a tus labios. No se siente el cuero. Raspa la mugre la piel, el aroma se torva sabor ámbar, volando hasta los años de Wagner…. ¡Tannhàuser! Al silencio de los espejos.
Los trozos de hambre en el almuerzo de gansos, escaldan la lengua, atrofian el paladar y Oliveira reniega del pan cortado en el sueño por un cuchillo, por la desgracia de no desear lo estable entre lo absurdo que recomienda la gran mafia del circo del “siempre estoy existente porque respiro”, ¡Patrañas! Las mismas adoquinadas, doradas esfinges de Paris por la noche en el club, cuadros paridos sobre la Maga por Gregovorius antes de sepultar la erudición de su potencia lectora, ínfimo parlanchín de pinturas ultrajadas a las páginas del libro boscoso de la Biblioteca más pobre del rumbo, de este lado o del otro la soledad no se compra, se adquiere desde el parto. Comienza nuestro rito amoroso. Te llamo a silencios. Olvidas las costumbres. La ropa ya no se lava en casa, se cambia de armario. El trueno a boca de jarro, funde la pasión de tu greñero a la más remota de las caricias que te obsequia mi mano de corazón al infinito.
Pobre el albatros que pica a tu ventana, no más Gorostizas, Góngoras, Sor Juanas, sólo colonias alrededor del valle de Anáhuac, traídas a bruma desde el viejo mundo español, del árabe que toma en si la ahora llamada corona española, de la mierda que Franco a punta de azotes regó sobre el judío, el cristiano y el gallego, ¡Puto nazismo que castiga el nuevo mundo de Hidalgos y Allendes!, santa inquisición que en nombre de Cristo macula todas las eras mexicanas de espadas, templo sobre templo, de Tonatzín a Teotihuacan, la pena de Josefa se escucha en la ventana picoteada por la historia, teoría que a la larga, mestizos colores le dio a la carne, complejo de Edipo.
Mientras a fuerza de perder la tradición del 2 de Octubre, el gobierno se concreta a dar migajas a su pueblo, Revueltas y otra vez Revueltas, talla en la conciencia del pobre filósofo mexicano la herencia de Vasconcelos, generación de los años veinte que a punto estuvo de cambiar nuestros rumbos, no independencias, no revoluciones, no más intentos a consecuencia de unos cuantos, pero va, como acostumbra en condición modesta la raza mexicana, a esconder la cabeza en la casa de pobre jornalero que le compete por temor a reconocer su rostro en el espejo de su patria. ¿Cuánto queremos esta patria es la pregunta?, a veces sabemos, a veces quisiéramos enconcharnos pero no podemos, ¿a virtud de que nos duele el suelo que pisamos?, ¿a razón de que nos erogamos la responsabilidad de ser, el Salvador Allende, el Lucio Cabañas, el Che Guevara?, ¡Mierdas, grandes mierdas las que tabulan una conciencia nacional!, ¿Olvidar?, ¿Cómo olvidar algo patológicamente tatuado en la neurona?, y por moral cristiana el dedo apunta a la familia que desgasta el argumento de egoísmo….trabajar para ser independientes, estudiar para forjarse un mejor futuro….Y sierras la cortina en la ventana, y te clavas en el lecho de mi cuerpo, sobre tu cama, la misma cama construida con materia mexicana por cuestiones de espacio territorial, Comienzas el rito de copularme con la sospecha de que mañana se puede acabar el mundo. Avientas tus pechos a mi cara, yo mamo el néctar que te satura de belleza. Juntos comenzamos la muerte, nuestra propia muerte, la de ambos. Clamas piedad a gemidos.

IV

Torpemente se remoja la razón en trinos de alusión a tus vestidos. Carpentier afirma sobre el reino de este mundo que los ergos que se escampan en el fuego, patibulan metafísica, dimensión de lo que humea desde el centro del ocaso hasta la ruina de la vena que sacude al hueso. A punto quedas de espaldas al cielo bajo tu cama, yo te ensarto la espada en el vientre. Libero la furia de sí. Repito una vez más tu nombre.
“Mientras la sustancia fecunde sueños, la inmortalidad estará siempre dormida” ­Lo apruebas-
Dentro del diario transitar por las calles, en un retorno, no se da vuelta, no se regresa, sólo comienza un nuevo camino, y tu dices, que un camino que se cruza con otro, no es un cruce, es un choque de egos.
Tomas para ti, de mí, lo que no me pertenece. Me renombras. Huyes al primer orgasmo.
El tren avisa su partida a otro arribo, otro pueblo franco de belleza indescriptible, la manía de hacer nos desconecta. No hacemos, reconstruimos, y los arcos lanzan flechas medievales a las inmediaciones de lo inimaginable. Suspiras, te transportas a tu anterior vida, sin todos, con nosotros uno.
La alquimia es a sazón, el postre del brujo en Ixtlan de nombre Carlos. Visitas recibe entre decadencia y esperanza, propone aquel viaje sin pronto regreso al valle interno, tradición relativa al culto del misterio, paralelo al Om hindú, receta peyotes, caminar sobre el agua, descubrir su Don Juan.
Las estaciones de radio, las cadenas televisoras, repiten la farsa del progreso, redundan la gloria pagados a mal por ausencia de dignidad, López Doriga quisiera gobernar una sapiencia que le erogue mucho raiting. Zombis, los receptores derraman del plato a la boca la realidad de un Big Brother que conduce a un ocaso la vida familiar. Y suelen arrepentirse padre y madre del fracaso adolescente que empaña la virtud de los hijos.
Continúa la guerra entre ambos. Nadie puede detener la fusión. Se emancipan los sentidos unos a otros, la paz comienza en medio del tumulto bajo sabanas de idolatría. Tuyas son las armas, míos los cuerpos que derrumbas. Caen a muerte del sentido por placer a la distancia que redunda los planetas, las galaxias de los vellos que se pierden en el pubis de la gloria por la entrega, sacrificio de los años que guardaste de la infancia a la mujer que me obsequias. Muerdo el hombro a la locura. La frente escupe el sudor que te mereces. El Olimpo que me vio nacer se estremece, hace sentir su celo. Arriba la tarde a su ocaso, y Rosseau, levanta el cuerpo de la tumba a otro fracaso, su estética macula la pureza de los dientes al sarro.
Abres a paso tu boca, termino de hacer la limpieza a tu cuerpo, desnudo pedazo de carne que trafica la idea de amarnos.
No dices nada. Me llamas por tal, respondo al llamado…….
Levantas tu sombra a la vida, y muero como nunca antes había nacido….
Tuyo es el poder de doblegarme.




Fernando Labastida 25 septiembre 2002